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domingo, 27 de abril de 2025

Altar de Khaine

 Aunque en estos tiempos su adoración se ha visto relegada a las frías tierras de Naggaroth, por todo el mundo quedan aún multitud de altares consagrados al dios élfico del asesinato. Las guerras que se luchan por Khaine lo hacen con el ansia de sangre en sus corazones.

 Con esta aterradora descripción abría el Monumento Místico del Altar de Khaine, uno de los terrenos de campo de batalla recogidos en en el reglamento básico de la 8ª edición de Warhammer Fantasy Battles, en ese cajón del sastre de escenografía que no tenía una categoría tan definida como una colina, un obstáculo o un edificio. No es para menos. Khaine es uno de los dioses más importantes de este mundo de fantasía. Tras los Dioses del Caos y Sigmar, es posiblemente quien haya desempeñado un papel más relevante en las historias divinas y mundanas del mundo de Warhammer. Sus altares e iconografía se diseminan por gran parte de Ulthuan y Naggaroth, pero también en el Viejo Mundo.

 El Altar de Khaine es uno de esos elementos del campo de batalla que no deja indiferente. Estos templos suelen estar decorados con calaveras de muecas lascivas y burlonas, sus paredes hieden a muerte y a sangre, mientras que en el púlpito, la figura grotesca del Dios de la Destrucción preside el lugar desde las tinieblas. La visión popular hacia esta deidad es que Khaine (o Khaela Mensha Khaine como se pronuncia en élfico) es que se trata de un dios malvado, pues entre los humanos, Khaine es el patrón del asesinato, siendo por tanto éste adorado por criminales proscritos. No obstante, para los elfos se trata de un dios cuyo ámbito abarca la guerra, el odio y la venganza; aspectos cotidianos de la vida de los Asur, Druchii y Asrai.

 No obstante, los altares dedicados a Khaine se encuentran sobre todo el Naggaroth, allí donde los Elfos Oscuros le rinden una devoción sin parangón. Mientras que en el Viejo Mundo los altares al Dios del Asesinato fueron destruidos milenios atrás, y apenas quedan algunas congregaciones reunidas al abrigo de salones subterráneos y lugares remotos, en toda Naggaroth las estatuas a la deidad se alzan a lo largo de sus plazas, muros y avenidas. Incluso en algunos rincones salvajes; en llanuras donde ha habido auténticas matanzas o los vientos de la magia convergen bajo las perennes y oscuras hojas de pinares, los Altares del Dios de la Mano Ensangrentada son erigidos para el beneplácito de Khaine.

 Estas obras arquitectónicas son levantadas con la famosa piedra negra de las montañas de Naggaroth, extraída y modelada por los esclavos de otras razas, quienes sin saberlo (aunque sospechándolo) pasarán además a ser sacrificados tras finalizar su construcción. La influencia del Dios y las tenebrosas prácticas que en sus altares se cometen consiguen algo del todo antinatural: la sangre de las víctimas sacrificadas en las frías aras de piedra se mantiene siempre fresca, sin llegar a coagular. Es por ello que las siniestras sombras negras se entremezclan con el carmesí de la sangre borboteante y el tenue fuego de las teas. Para cualquier mortal ajeno a la cultura druchii, ser testigo de un ritual consagrado a Khaine aterra y enloquece a partes iguales.

 Rematando el altar, en su cúspide, es frecuente encontrar una efigie del Dios, enfundado en una armadura de bronce salpicada por la sangre de sus víctimas; con el pelo largo y oscuro a veces también enfangado de sangre, y portando una enorme espada. La cara de la estatua se asemeja muchas veces a la de un demonio lleno de rabia, lo cual contribuye a crear un aura terrorífica en torno al culto. Pese a ser las Sacerdotisas Brujas quienes se encargan de oficiar los actos rituales, las estatuas de Khaine se sitúan justo detrás de los altares donde se realizan los sacrificios, encaradas a la audiencia, simulando de este modo que es el propio Dios quien lleva a cabo la masacre con su espada, ofreciendo los sacrificios a su devoto público y no al revés.

 No es de extrañar por tanto, que cualquier unidad a 6 UM o menos de este elemento de escenografía sucumba a los efectos de la regla especial Furia asesina, la cuál fuerza a superar un chequeo de Liderazgo al comienzo del turno o se verá obligada a cargar contra la unidad enemiga más cercana. A fin de cuentas, Khaine anhela la guerra, la destrucción, la venganza y el derramamiento de sangre. Estas reglas son las propuestas por Games Workshop en su 8ª edición de Warhammer Fantasy Battles, pero en The Old World nos tenemos que conformar con ponerlo como un mero elemento más, cuyo único efecto en el campo de batalla no es otro que ejercer como terreno impasable. Por lo menos nos sirve para decorar los escenarios ambientados en Naggaroth.

 Pasando ahora a comentar el elemento propiamente dicho, debo indicar que este modelo no ha sido esculpido por un servidor, pese a que lo intenté hasta en tres ocasiones. Desde el principio tuve claro que utilizaría la estatua del Caldero de Sangre de los Elfos Oscuros, como tantos y tantos otros Altares de Khaine que circulan por la red. Eso sí, en un primer momento intenté hacer algo parecido a la ilustración que recogía el propio reglamento de 8ª edición para este Monumento Místico, pero mi destreza con el poliestireno extruido todavía no es demasiado buena como acometer un proyecto de esta magnitud. Luego conseguí algunos elementos sueltos, como unas escaleras de MoM Miniatures pertenecientes al conjunto de 'Scenary elf' y me hice con un modelo de 'Sacrificial Altar' de Reaper para su gama Bones. No fue suficiente. Había algo que no me convencía. Creo que el hecho de estar demasiado parejo al nivel del suelo. Por suerte, justo antes de ponerme a hacer algo que no iba a convencerme, Norba Miniatures sacó de la chistera un Altar de los Elfos Oscuros en las Navidades de 2024. ¡Al fin mis plegarias a Khaine fueron escuchadas! Sólo tenía que pegar la estatua del Dios de la Mano Ensangrentada del Caldero de Sangre y pintar todo en su conjunto, destacando el negro de la piedra mediante simples trazos de grises para hacer las luces y pintando los detalles de morados druchii y rojos sangre. Para la estatua respeté el trasfondo de la armadura de bronce y los detalles de la sangre en ésta y en el pelo, pero quise pintar la "carne" del Dios con un color jade que hizo que pareciese más el Duende Verde de Spiderman o una reencarnación élfica de Gorko (o Morko), que una deidad élfica. Por lo que decidí repintarlo de morado, en sintonía con los otros detalles del mismo color. Aunque ahora así parece un Drow de tez oscura de Dungeons & Dragons.

 Con esto finaliza este elemento de escenografía tan apropiado para las batallas en la Tierra del Frio (traducción literal de Naggaroth). Lugar que por cierto, no recomiendo visitar. Hace poco un galeón estaliano de los Manchados de Palantta zarpó rumbo a sus costas y todavía no hay noticias de su Maestre de Campo ni de sus tropas.

¡Hasta pronto!




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